18-08-2015
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Albert Pont, presidente de Cercle Català de Negocis. |
En cuanto empezamos a hablar, Pont propone que nos tuteemos. Esta
cercanía será constante durante nuestra conversación, que tiene lugar en
la cafetería del hotel Pulitzer de Barcelona mientras entran y salen
turistas del edificio. El paso de extranjeros por la sala adquirirá un
peso simbólico, porque Pont, empresario, experto en relaciones
internacionales y presidente de la asociación de empresarios
pro-independencia
Cercle Catalá de Negocis (CCN), está convencido de que Cataluña podría
convertirse en un estado europeo sin el traumatismo que pronostican
otros. Y piensa que ocurrirá muy pronto,
después del 27-S.
P.
He leído en tu libro Delenda est Hispania: “la Generalitat ha de
abandonar el victimismo autocompasivo y aprender a liderar”. ¿Es lo que
está haciendo ahora?
R. Sí y no. La independencia no es
un objetivo final y la unidad de España tampoco debería serlo. La
concepción de las relaciones entre los pueblos de España viene de
Madrid, y no se basa en el liderazgo sino en la autoridad. Toda la
arquitectura económica del estado está pensada para favorecer a Madrid.
Históricamente tenía su argumentación, pero ya no. Es increíble que no
puedas montar una fundación que opere en toda España y tenga su sede
fuera de Madrid.
P. ¿Por eso se están trasladando a Madrid tantas empresas?
R.
Más de 9100 empresas catalanas se han trasladado a Madrid en los
últimos años. El 47% de las empresas que se instalan en Madrid no se han
creado por capital madrileño, sino que proceden de la deslocalización
del resto de España. Si a eso le sumas las multinacionales que se
instalan en Madrid sólo porque es la capital, y las empresas que viven
del BOE, uno se pregunta qué sería de Madrid si sólo hubiese crecido en
base al crecimiento de la emprendeduría de la capital.
P.
Muchos madrileños se sienten identificados con el discurso fiscal del
independentismo, porque Madrid da mucho más de lo que recibe. ¿Cuál es
la diferencia?
R. Personalmente no creo que sean
comparables los casos de Cataluña, Valencia, Baleares y Madrid. Baleares
aporta el 15% del PIB, tiene un déficit fiscal de 4.000 millones de
euros y exporta a España por valor de 900, 400 de los cuales los exporta
a Cataluña. Si España fuera una franquicia con 17 franquiciados y el
propietario les permitiera utilizar la marca y le generase una cuota de
entrada de 4000 millones a cambio de 400 de beneficio, desde un punto de
vista empresarial sería una locura.
En
el momento en que Cataluña reciba de ocho a doce reconocimientos
internacionales, no hay quien pare el proceso por mucho que España
continúe negándolo
P. ¿Cuál es la “cultura de Madrid” a la que a veces aludes?
R.
En Madrid hay una cultura del cristiano viejo que persiste. No digo que
aquí seamos una colonia. Cada pueblo tiene su manera de comportarse,
aquí tenemos una cultura mercantil, abierta a negociar. Aquí vamos a
negociar para que los dos consigamos algo renunciando a otra cosa, y eso
en Madrid no se entiende porque no está en el ADN del español ni del
castellano viejo. Para ellos, una negociación es un chantaje y un signo
de debilidad. Madrid sólo quiso negociar con Cataluña cuando el PSOE o
el PP no tenían mayoría absoluta en el Congreso.
P. Y pensáis que lo mejor es romper con esa cultura de cristiano viejo, ¿no?