Lunes, 18 de agosto del 2014 - 18.17 h
El exlíder de CiU pasa de "español del año" a independentista proscrito
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Albert Sáez
Director adjunto
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Jordi Pujol,
expresident de la Generalitat, está en el ojo del huracán. La explosión del
caso Pujol se mira y remira por unos y por otros solo en relación con el
independentismo
catalán. Pero tiene mucho que ver también, o sobre todo, con la
corrupción y la revuelta popular contra la casta de la transición. El
notario López Burniol cita a menudo una frase atribuida a
Azaña
en la que identificaba todos los males de España con un puñado de
familias cuyos negocios acampan en las laderas del Boletín Oficial del
Estado. Según el republicano, llevan siglos siendo las mismas. Su
penúltima operación de surfismo político aconteció durante la
transición. Bancos, compañías energéticas, constructoras de obra civil,
un par de editores de prensa y unos pocos más sobrevivieron a la
dictadura en el campo empresarial y aún hoy –impulsados por las
privatizaciones del último
Felipe González y las liberalizaciones del primer
Aznar-
copan las juntas de accionistas y los consejos de administración de una
serie de empresas convertidas en multinacionales que han sufrido la
crisis con mucha menor intensidad que las pequeñas y medianas empresas
gracias al control que ejercen sobre el BOE, también en democracia. Lo
explica magníficamente
César Molinas en su último
libro.
Para entender las relaciones de estas familias con el poder franquista es muy recomendable ver la película
La escopeta nacional, donde un genial
Saza
interpreta a un industrial –catalán, por supuesto- que pretende
conseguir que un ministro publique un decreto obligando a implantar el