Tal y como ha ocurrido en todas y cada una de las
anteriores ocasiones en las que el BCE ha reducido sus tipos de interés
–y van unas cuantas desde que en 2008 estaban en el 4,5 %–, el recorte
del 0,5% al 0,25% anunciado por Mario Draghi este jueves ha sido
aplaudido por la propaganda oficial española con el único argumento de
que, como consecuencia de esa decisión, el euríbor va a bajar y las
hipotecas van a costar menos.
Pero lo cierto es que
ese efecto no es para nada prioritario para el BCE, aparte de que habrá
que ver en cuánto se concreta, que no será mucho, y cuándo llega, que
puede tardar. Todo indica, en cambio, que el objetivo principal de la
bajada de tipos es ayudar a la banca europea, que tendrá que pagar menos
por sus deudas, que son ingentes, y que podrá seguir endeudándose a
menor coste. Un regalo más, por tanto, para el sector financiero, que
sigue marcando la pauta de la política económica europea, en perjuicio
de todos los demás y de los ciudadanos corrientes.
Es
verdad que la medida se toma en un momento en el que el riesgo de
deflación se ha asomado a la escena económica europea. Pero ningún
analista serio cree que, recortando en 0,25% el tipo de interés básico,
el BCE vaya a mover significativamente el mercado del crédito y, por
tanto, impulsar la actividad económica y los precios, cuando otras
bajadas de tipos no lo han hecho en los últimos 5 años.
Sin duda, la decisión del jueves es un mensaje a los mercados, en el
sentido de que el banco central está encima de lo que ocurre, pero, de
paso, y sobre todo, es un guiño, y no despreciable, a aquellas
instituciones que, por encima de cualquier otra consideración, el BCE
quiere tener de su lado: es decir a los bancos privados, de los que
proceden buena parte de los dirigentes del banco central. Empezando por
el propio Draghi, exalto ejecutivo del, según parece, cada vez más
poderoso Goldman Sachs.
En definitiva, lo de siempre,
con el acompañamiento de las consabidas maniobras de despiste y
disimulación. Quien espere que el BCE o los dirigentes de la eurozona o
de la UE sean trasparentes, deberán seguirlo haciendo sentados. Sus
verdaderas intenciones y prioridades no pueden aparecer a la luz
pública.
Claro que en esto también hay medidas. Y el
varapalo que la Comisión Europea, por boca de su titular de Economía,
Olli Rehn, acaba de dar a las previsiones económicas del Gobierno
español confirma que el mundo del poder europeo no tolera determinados
excesos. Y los pronósticos de Rajoy y de Montoro han parecido demasiado
hasta en esos ámbitos.
El Financial Times
lo ha visto así: "Las previsiones de la UE son un