El varapalo que la Comisión Europea, a través de Olli Rehn, acaba de dar a las previsiones económicas del Gobierno español confirma que el mundo del poder europeo no tolera determinados excesos. Y los pronósticos de Rajoy y de Montoro han parecido demasiado hasta en esos ámbitos
Carlos Elordi |
El presidente del BCE, Mario Draghi. / Efe |
Tal y como ha ocurrido en todas y cada una de las
anteriores ocasiones en las que el BCE ha reducido sus tipos de interés
–y van unas cuantas desde que en 2008 estaban en el 4,5 %–, el recorte
del 0,5% al 0,25% anunciado por Mario Draghi este jueves ha sido
aplaudido por la propaganda oficial española con el único argumento de
que, como consecuencia de esa decisión, el euríbor va a bajar y las
hipotecas van a costar menos.
Pero lo cierto es que
ese efecto no es para nada prioritario para el BCE, aparte de que habrá
que ver en cuánto se concreta, que no será mucho, y cuándo llega, que
puede tardar. Todo indica, en cambio, que el objetivo principal de la
bajada de tipos es ayudar a la banca europea, que tendrá que pagar menos
por sus deudas, que son ingentes, y que podrá seguir endeudándose a
menor coste. Un regalo más, por tanto, para el sector financiero, que
sigue marcando la pauta de la política económica europea, en perjuicio
de todos los demás y de los ciudadanos corrientes.
Es
verdad que la medida se toma en un momento en el que el riesgo de
deflación se ha asomado a la escena económica europea. Pero ningún
analista serio cree que, recortando en 0,25% el tipo de interés básico,
el BCE vaya a mover significativamente el mercado del crédito y, por
tanto, impulsar la actividad económica y los precios, cuando otras
bajadas de tipos no lo han hecho en los últimos 5 años.
Sin duda, la decisión del jueves es un mensaje a los mercados, en el
sentido de que el banco central está encima de lo que ocurre, pero, de
paso, y sobre todo, es un guiño, y no despreciable, a aquellas
instituciones que, por encima de cualquier otra consideración, el BCE
quiere tener de su lado: es decir a los bancos privados, de los que
proceden buena parte de los dirigentes del banco central. Empezando por
el propio Draghi, exalto ejecutivo del, según parece, cada vez más
poderoso Goldman Sachs.
En definitiva, lo de siempre,
con el acompañamiento de las consabidas maniobras de despiste y
disimulación. Quien espere que el BCE o los dirigentes de la eurozona o
de la UE sean trasparentes, deberán seguirlo haciendo sentados. Sus
verdaderas intenciones y prioridades no pueden aparecer a la luz
pública.
Claro que en esto también hay medidas. Y el
varapalo que la Comisión Europea, por boca de su titular de Economía,
Olli Rehn, acaba de dar a las previsiones económicas del Gobierno
español confirma que el mundo del poder europeo no tolera determinados
excesos. Y los pronósticos de Rajoy y de Montoro han parecido demasiado
hasta en esos ámbitos.
El Financial Times
lo ha visto así: "Las previsiones de la UE son un
llamamiento a la
realidad para España. Las perspectivas de la economía y las finanzas
españolas que ha trazado Bruselas son mucho más pesimistas que las que
ha hecho Madrid. El PIB español crecerá un 0,5% en 2014 y no el 0,7% que
ha dicho el Gobierno. La previsión inquieta aún más debido al hecho de
que el FMI y varios analistas privados han revisado recientemente a la
baja sus pronósticos. Y, lo que es aún peor, la Comisión también ha
predicho que el déficit público crecerá del 5,9% esperado para 2014 al
6,6% en 2015, más del doble que el 3% que Madrid asegura que alcanzará
en 2016. Esas cifras no sólo sugieren que las finanzas públicas
españolas avanzan en la mala dirección, sino que lo están haciendo a un
ritmo alarmante".
Es ese, y no los cansinos y
reiterados engaños que prodiga nuestro Gobierno, el mensaje que llega al
mundo extranjero del dinero, seguidor habitual del Financial Times.
España, ha dicho Rehn, seguirá destruyendo empleo en 2014. La subida
del desempleo registrado en octubre puede ser sólo el anticipo de lo que
ocurrirá en lo que queda del otoño y en el invierno que viene. A
finales de 2015, ha dicho Rehn, la tasa de paro seguirá estando por
encima del 25%.
Pero hay más. El Wall Street Journal,
un diario poco sospechoso de contradecir a la banca, cuando menos a la
norteamericana, acaba de poner negro sobre blanco una argucia tramposa
que el sector financiero español viene practicando desde hace años, con
el apoyo y la colaboración de las autoridades de nuestro país. ¿Por qué?
Justamente para advertir a los inversores extranjeros que pudieran
estar poniendo los ojos en España de que la situación de nuestros bancos
no es tan buena como éstos pretenden que se crea. "Los bancos españoles
refuerzan sus cuentas refinanciando sus préstamos a los titulares de
hipotecas", se titula el artículo, que empieza así: "Los analistas
bancarios llevan años preguntándose cómo es posible que la morosidad
crezca tan poco en un país que tiene un 26 % de desempleo. Una buena
parte de la respuesta la acaba de dar la información según la cual los
bancos españoles han venido maquillando sus cuentas refinanciado en
cantidades muy importantes préstamos hipotecarios que ciudadanos y
empresas no podían pagar".
El Wall Street Journal cree que las recientes presiones del Banco de España para que se acaben esas prácticas –preocupado por las pruebas de esfuerzo (stress tests)
a las que la UE someterá en noviembre a toda la banca europea– ha
sacado a la luz parte de las debilidades que nuestro sistema financiero
viene ocultando desde que empezó la crisis y que eso no sólo ha hecho
aumentar de golpe la tasa de morosidad de nuestra banca, sino que ha
provocado una caída del 5% de la cotización en bolsa de los bancos
españoles en pocas semanas. "Pero el deterioro de los préstamos
refinanciados puede también servir de advertencia para los inversores
que recientemente se han interesado en el sector bancario español",
concluye el diario neoyorquino.
La pregunta que queda
en el aire es por qué las autoridades europeas, y el BCE, y la troika,
siempre tan dispuestos todos ellos a exigir más recortes del gasto
público –sobre todo, el social– a España, nunca han sacado a la luz esas
prácticas, que seguramente habían detectado hace tiempo. La sospecha de
que proteger hasta donde se pueda a la banca española ha sido siempre
una de las principales prioridades de esas instituciones podría ayudar a
responderla.
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