dilluns, 11 de novembre del 2013

La prensa extranjera se mofa del optimismo de Rajoy mientras el BCE hace un nuevo regalo a la banca

El varapalo que la Comisión Europea, a través de Olli Rehn, acaba de dar a las previsiones económicas del Gobierno español confirma que el mundo del poder europeo no tolera determinados excesos. Y los pronósticos de Rajoy y de Montoro han parecido demasiado hasta en esos ámbitos











El presidente del BCE, Mario Draghi. / Efe


Tal y como ha ocurrido en todas y cada una de las anteriores ocasiones en las que el BCE ha reducido sus tipos de interés –y van unas cuantas desde que en 2008 estaban en el 4,5 %–, el recorte del 0,5% al 0,25% anunciado por Mario Draghi este jueves ha sido aplaudido por la propaganda oficial española con el único argumento de que, como consecuencia de esa decisión, el euríbor va a bajar y las hipotecas van a costar menos. 

Pero lo cierto es que ese efecto no es para nada prioritario para el BCE, aparte de que habrá que ver en cuánto se concreta, que no será mucho, y cuándo llega, que puede tardar. Todo indica, en cambio, que el objetivo principal de la bajada de tipos es ayudar a la banca europea, que tendrá que pagar menos por sus deudas, que son ingentes, y que podrá seguir endeudándose a menor coste. Un regalo más, por tanto, para el sector financiero, que sigue marcando la pauta de la política económica europea, en perjuicio de todos los demás y de los ciudadanos corrientes.

Es verdad que la medida se toma en un momento en el que el riesgo de deflación se ha asomado a la escena económica europea. Pero ningún analista serio cree que, recortando en 0,25% el tipo de interés básico, el BCE vaya a mover significativamente el mercado del crédito y, por tanto, impulsar la actividad económica y los precios, cuando otras bajadas de tipos no lo han hecho en los últimos 5 años. 

Sin duda, la decisión del jueves es un mensaje a los mercados, en el sentido de que el banco central está encima de lo que ocurre, pero, de paso, y sobre todo, es un guiño, y no despreciable, a aquellas instituciones que, por encima de cualquier otra consideración, el BCE quiere tener de su lado: es decir a los bancos privados, de los que proceden buena parte de los dirigentes del banco central. Empezando por el propio Draghi, exalto ejecutivo del, según parece, cada vez más poderoso Goldman Sachs.

En definitiva, lo de siempre, con el acompañamiento de las consabidas maniobras de despiste y disimulación. Quien espere que el BCE o los dirigentes de la eurozona o de la UE sean trasparentes, deberán seguirlo haciendo sentados. Sus verdaderas intenciones y prioridades no pueden aparecer a la luz pública.

Claro que en esto también hay medidas. Y el varapalo que la Comisión Europea, por boca de su titular de Economía, Olli Rehn, acaba de dar a las previsiones económicas del Gobierno español confirma que el mundo del poder europeo no tolera determinados excesos. Y los pronósticos de Rajoy y de Montoro han parecido demasiado hasta en esos ámbitos. 

El Financial Times lo ha visto así: "Las previsiones de la UE son un
llamamiento a la realidad para España. Las perspectivas de la economía y las finanzas españolas que ha trazado Bruselas son mucho más pesimistas que las que ha hecho Madrid. El PIB español crecerá un 0,5% en 2014 y no el 0,7% que ha dicho el Gobierno. La previsión inquieta aún más debido al hecho de que el FMI y varios analistas privados han revisado recientemente a la baja sus pronósticos. Y, lo que es aún peor, la Comisión también ha predicho que el déficit público crecerá del 5,9% esperado para 2014 al 6,6% en 2015, más del doble que el 3% que Madrid asegura que alcanzará en 2016. Esas cifras no sólo sugieren que las finanzas públicas españolas avanzan en la mala dirección, sino que lo están haciendo a un ritmo alarmante".

Es ese, y no los cansinos y reiterados engaños que prodiga nuestro Gobierno, el mensaje que llega al mundo extranjero del dinero, seguidor habitual del Financial Times. España, ha dicho Rehn, seguirá destruyendo empleo en 2014. La subida del desempleo registrado en octubre puede ser sólo el anticipo de lo que ocurrirá en lo que queda del otoño y en el invierno que viene. A finales de 2015, ha dicho Rehn, la tasa de paro seguirá estando por encima del 25%.

Pero hay más. El Wall Street Journal, un diario poco sospechoso de contradecir a la banca, cuando menos a la norteamericana, acaba de poner negro sobre blanco una argucia tramposa que el sector financiero español viene practicando desde hace años, con el apoyo y la colaboración de las autoridades de nuestro país. ¿Por qué? Justamente para advertir a los inversores extranjeros que pudieran estar poniendo los ojos en España de que la situación de nuestros bancos no es tan buena como éstos pretenden que se crea. "Los bancos españoles refuerzan sus cuentas refinanciando sus préstamos a los titulares de hipotecas", se titula el artículo, que empieza así: "Los analistas bancarios llevan años preguntándose cómo es posible que la morosidad crezca tan poco en un país que tiene un 26 % de desempleo. Una buena parte de la respuesta la acaba de dar la información según la cual los bancos españoles han venido maquillando sus cuentas refinanciado en cantidades muy importantes préstamos hipotecarios que ciudadanos y empresas no podían pagar".

El Wall Street Journal cree que las recientes presiones del Banco de España para que se acaben esas prácticas –preocupado por las pruebas de esfuerzo (stress tests) a las que la UE someterá en noviembre a toda la banca europea– ha sacado a la luz parte de las debilidades que nuestro sistema financiero viene ocultando desde que empezó la crisis y que eso no sólo ha hecho aumentar de golpe la tasa de morosidad de nuestra banca, sino que ha provocado una caída del 5% de la cotización en bolsa de los bancos españoles en pocas semanas. "Pero el deterioro de los préstamos refinanciados puede también servir de advertencia para los inversores que recientemente se han interesado en el sector bancario español", concluye el diario neoyorquino.

La pregunta que queda en el aire es por qué las autoridades europeas, y el BCE, y la troika, siempre tan dispuestos todos ellos a exigir más recortes del gasto público –sobre todo, el social– a España, nunca han sacado a la luz esas prácticas, que seguramente habían detectado hace tiempo. La sospecha de que proteger hasta donde se pueda a la banca española ha sido siempre una de las principales prioridades de esas instituciones podría ayudar a responderla.