dilluns, 3 de febrer del 2014

El Choque Dialéctico que tuve con Durao Barroso

02 February 2014 

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El periodista de El Mundo destacado anualmente en el Foro Económico Mundial, Carlos Segovia, revela en su edición de hoy (2-2-2014) que, en una sesión que tuvo lugar el pasado día 23 de Enero en Davos, hubo un choque dialéctico entre el presidente de la comisión europea, el portugués José Manuel Durao Barroso, y un servidor. Yo no tenía intención de hacer público el intercambio, pero dado que El Mundo ha dado el primer paso, dejadme que dé los detalles de lo que realmente pasó porqué lo que explica el mundo no es del todo completo y las palabras que pone en mis labios no son exactas. 

El tema de la sesión era el “renacimiento de Europa”. La idea era debatir sobre si Europa estaba renaciendo de sus cenizas económicas, políticas, culturales o artísticas y, en caso de que no lo esté haciendo, qué deberíamos hacer entre todos para que lo haga. Entre los ponentes había políticos (como el propio Durao Barroso), empresarios, artistas, historiadores y economistas (como yo). Como presidente de la UE, Durao Barroso hizo un discurso muy optimista en el que destacó los valores de la democracia y la libertad en Europa. También señaló el grandioso éxito que ha representado la constante expansión de UE: “hace un año todo el mundo pensaba que Europa sería más pequeña porque habría países como Grecia que saldrían y en cambio es más grande porque han entrado países como Croacia y, otros, como Serbia, están a punto de hacerlo“. También señaló el deseo de que el proceso de integración de Ucrania no se viera interrumpido por los recientes acontecimientos de Kiev.

Después de Durao Barroso me tocó hablar a mi. Principalmente hablé de la crisis económica y la competitividad de Europa. No tenía previsto hacerlo pero, al escuchar el discurso de Durao Barroso, decidí añadir un comentario final. Yo sabía que Durao Barroso era uno de los pocos dirigentes europeos que había afirmado que si Catalunya votara a favor de la independencia de España, automáticamente quedaría fuera de la Unión Europea y eso me pareció inconsistente con su discurso sobre el éxito que para Europa representaba la incorporación de Serbia y Croacia. Y como estaba en la cosmopolita Davos donde todas las ideas se pueden discutir educadamente, utilicé la última parte de mi discurso para hacerle una pregunta al presidente de la UE. Mis palabras literales fueron:

Sr Durao Barroso, aplaudo y comparto su discurso sobre las bondades de la democracia en Europa y entiendo que saque pecho por el exitoso proceso de ampliación a países como Croacia y Serbia. Es muy importante que Europa sea cada vez más grande, tenga cada vez más ciudadanos y sea cada día más democrática. Pero hay una cosa que no entiendo. Croacia y Serbia han conseguido la independencia a través de sangrientas guerras, con abundantes crímenes contra la humanidad que están siendo juzgados por el tribunal de la Haya. Como usted sabe (porque nos conocemos), aunque yo esté en la delegación norteamericana, soy originario de Barcelona. Le menciono este detalle porque mis compatriotas catalanes están pidiendo un referéndum que les permita decidir si quieren seguir en España o prefieren ir por otro camino. En medio de este proceso usted, señor Barroso, ha dicho que si los catalanes votan a favor de la independencia, automáticamente quedarán fuera de Europa. Yo tengo nada contra los ciudadanos de los Balcanes pero le pregunto: ¿De verdad que la Europa democrática de la que usted se siente tan orgulloso es una Europa que celebra la incorporación de países que consiguen la independencia a través de cruentas guerras pero amenaza con la expulsión a quien busca lo mismo a través de los votos? El público presente aplaudió.

Aunque no estaba prevista su réplica, Durao Barroso se levantó rápidamente y, muy amablemente, me contestó:


“Querido Xavier, tu sabes que yo amo a Catalunya y a los catalanes. Y creo que los Catalanes también lo saben. Lo único que yo he dicho es que la UE es una unión de estados y quien forma parte de los tratados es el estado español por lo que, si Catalunya pasara a ser un estado distinto de España, no podría formar parte automáticamente de la UE”. Es más, añadió, “la mayoría de instituciones internacionales, como las Naciones Unidas, también son acuerdos entre estados y, por lo tanto, tienen el mismo problema.”

La moderadora me concedió el derecho a réplica y me devolvió el micrófono: 

Señor Presidente, tiene razón usted: la UE no es la única institución internacional que tiene este problema. Es verdad que todos los países que se han independizado violentamente acaban formando parte de las Naciones Unidas con toda normalidad. Pero eso no debería ser motivo de orgullo sino de vergüenza, no solo para la UE sino para toda la humanidad. ¿No va siendo hora de que, como seres humanos libres y democráticos, empecemos a rechazar las fronteras trazadas con sangre y violencia y a aceptar las que se dibujan con los votos de los ciudadanos? Yo creo que sí. Es más, pienso que como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia, ese proceso debería ser liderado por Europa. Esa podría ser una de las bases sobre las que se fundamente el nuevo renacimiento de Europa”

Y añadí: “Dicho esto, es verdad que la UE es una unión de estados pero los tratados no están escritos en piedra. Es más, detrás de esos estados están las personas y ahora hay 7 millones ciudadanos europeos, que tienen un pasaporte granate en cuya tapa delantera están escritas las palabras Unión Europea, y que usted amenaza con expulsar. Cuando esos ciudadanos le pregunten a usted, ¿por qué me quitan la ciudadanía europea y se la dan a Serbios y Croatas?´, usted les va a tener que responder: ¡es que vosotros tuvisteis la osadía de votar y eso, los tratados europeos no lo toleran!´ Y cuando lo haga, ¿cómo cree que el resto del mundo valorará los valores democráticos de la nueva Europa de la que usted se siente tan orgulloso? ¿Es esa la Europa que están ustedes haciendo renacer? Porqué si lo es, el primero que no quiere ser europeo soy yo”. El público guardó un incómodo silencio hasta que la moderadora dio paso al siguiente ponente.

Al acabar la sesión, Durao Barroso se acercó a mi mesa y se sentó a mi lado. Hablamos durante un buen rato… aunque esa conversación es privada y no voy a revelar su contenido. Ni siquiera si El Mundo la desvela primero.