03/11/2014 -
21:02h
Hoy entra en funcionamiento el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) con el que el Banco Central Europeo quiere poner fin a las tradiciones nacionales a la hora de controlar el sistema financiero
De las 6.000 entidades europeas, 120 estarán directamente supervisadas por Frankfurt, que autorizará desde el reparto de dividendos a la compra de deuda pública, las ampliaciones de capital y las operaciones corporativas
El poder sancionador permanece en el Banco de España excepto para los temas regulados solo por el Derecho Europeo
El presidente del BCE, Mario Draghi. EFE |
A partir de hoy, la posibilidad de que un banco con
problemas sea rescatado con dinero público se convierte en una opción
algo menos recurrente de lo que lo fue durante la última crisis
financiera. Al menos, esa es la intención final de la Unión Bancaria
Europea, cuyo primer pilar, el Mecanismo Único de Supervisión (MUS),
comienza a funcionar este martes.
Esta nueva
supervisión única quiere empezar por romper los vicios del pasado que
han impregnado las relaciones de los supervisores financieros europeos
con los bancos en los últimos años: evitar los rápidos rescates a cargo
de los contribuyentes que se llevaron a cabo en Centroeuropa al comienzo
de la crisis, controlar la compra masiva de deuda pública por parte de
las entidades de cada país o vacunarse contra decisiones estrambóticas,
como las que protagonizó el Banco de España obligando a fusiones
políticas de cajas de ahorro que dieron lugar a tormentas perfectas como
la de Bankia.
Las bases sobre las que se asienta el
objetivo de la Unión Bancaria pasan por que los rescates a cargo de los
contribuyentes sean la última alternativa para solucionar los problemas
de un banco. Antes de llegar a ese punto, accionistas, propietarios de
bonos, tenedores de deuda, etc, deberán asumir las quitas necesarias, e
incluso se obligará a la entidad a desprenderse de los activos que el
Banco Central Europeo (BCE) considere oportunos.
No
obstante, para que los contribuyentes dejen de ser los que pagan al
final por los excesos de los banqueros queda pendiente que el MUS se
refuerce con un mecanismo de resolución (para liquidar las entidades
cuando sea necesario) y un fondo de garantía de depósitos, herramientas
que todavía están en pañales y que incluso muchos expertos consideran
insuficientes.
En cualquier caso, el principal
objetivo es evitar esas situaciones extremas. Y para ello, Europa ha
apostado por implantar en primer lugar el más vale prevenir. Así que ha
puesto en marcha un sistema que, según explican desde Frankfurt,
pretende implantar una supervisión "neutral y alejada de estereotipos y
tradiciones nacionales". En otras palabras, evitar el compadreo entre
bancos y supervisores nacionales.
Contra todo
pronóstico y en tiempo récord (dos años y medio lo es cuando se trata de
toma de decisiones europeas), el BCE ha conseguido despojar de los
galones de mando a los bancos centrales nacionales. Y eso a pesar de que
las presiones políticas, sobre todo alemanas, no se lo han puesto
fácil. Perdido el control de la política monetaria con la creación del
euro y el BCE, todos los países europeos, empezando por Alemania, se han
resistido como gato panza arriba a esta nueva usurpación de poder en
favor de la Unión Europea. Aunque tal vez el resultado no haya sido tan
exigente como le hubiera gustado a Mario Draghi, ni tan laxo como
querían los socios de la UE.
Para contentar a todos,
el MUS estableció dos perfiles entre las 6.000 entidades financieras de
la zona euro, las sistémicas (más importantes y con balances por encima
de los 30.000 millones de euros) y el resto. Las primeras son los 120
bancos más importantes de la Unión, entre ellos, los españoles
Santander, BBVA, La Caixa, BFA Bankia, Sabadell, Popular, Kutxa+ CRU,
BMG, NCG, Unicaja/Ceiss, Bankinter, Ibercaja y Liberbank. Todos ellos
serán los supervisados directamente por el organismo con sede en
Frankfurt.
Las restantes se mantienen bajo la tutela
de los bancos centrales nacionales, pero bajo los mismos criterios y
reglas que los primeros. E incluso, con la espada de Damocles pendiente
de que, en caso de dudas o problemas, el BCE pueda decidir en cualquier
momento actuar directamente sobre ellos.
A efectos
prácticos, esto ha implicado la creación de un nuevo mastodonte
burocrático en la UE. El MUS nace con 1.000 empleados, 100 de ellos
procedentes del Banco de España, y ejercerá su poder desde la actual
sede del BCE en el centro financiero de Frankfurt. Además, se ha creado
un complicado entramado de organismos de mando, que deberá demostrar si
es tan ágil en la toma de decisiones como los mercados financieros
exigen para mantener la credibilidad que busca Draghi.
Complicada escala de toma de decisiones
La máxima responsabilidad de las decisiones recae sobre el Consejo de
Gobierno. Su labor es supervisar todo lo que hacen el resto de
organismos, pero con un peculiar sistema. Sólo puede aprobar o revocar
los asuntos que lleguen hasta él. Se sabrá si está a favor vía
procedimiento de no objeción. Es decir, si no dice nada es que el asunto
está aprobado. Pero tiene nada menos que 10 días para pensárselo. Es de
suponer que cuando las circunstancias lo requieran no se haga esperar
tanto.
El que realmente estará al pie del cañón del
control será el Consejo de Supervisión, formado por seis miembros del
BCE y un representante de cada estado. Para ellos trabajarán alrededor
de 1.000 funcionarios europeos, 100 de ellos españoles, según ha
confirmado el Banco de España, divididos en cuatro direcciones
generales.
En el caso de que el Consejo de Gobierno
se oponga a una decisión emitida por el Consejo de Supervisión, el
asunto pasa a una tercera institución: la Comisión Administrativa de
Revisión, que será la encargada de mediar entre los dos anteriores. Sus
dictámenes no serán vinculantes, por lo que en caso de que una entidad
financiera no esté de acuerdo con el dictamen que emita podrá llevarlo a
los tribunales de Justicia.
A efectos prácticos,
esto implica que cuando los bancos quieran cambiar su política de
dividendos, comprar o vender una división o incluso iniciar su
actividad, además de conseguir, como ahora, el permiso del Banco de
España, deberán también superar todas estas instancias europeas. Esta
autorización podrá ser incluso necesaria para fijar los niveles de deuda
pública que pueden adquirir las entidades.
¿Quién ejerce la supervisión real?
Por otro lado, la supervisión real del día a día de los grandes bancos bajo el paraguas directo de Frankfurt está en manos de un equipo propio de supervisión especializado en cada banco.
Incluso en los más grandes,
como Santander y BBVA, serán dos. En el caso de las entidades españolas,
estos equipos, denominados Joint Supervisory Team,
están formados, sobre todo, por personal del Banco de España (el 75% de
total), aunque los jefes siempre serán del BCE. La proporción entre
personal patrio y agentes de Frankfurt dependerá del tamaño de la
entidad. Los 15 bancos españoles podrán tener entre cinco y 32
supervisores del Banco de España y entre uno y diez del BCE. Además, en
caso de tener negocio en otros países de la Unión Europea, también se
incorporará al equipo un representante de cada uno de esos países.
En este apartado es donde se produce uno de los grandes cambios del
sistema en España. El BCE ha decidido, en contra de la práctica habitual
hasta ahora en España, que el personal que realice las Inspecciones in
situ de los bancos sea distinto al equipo que hace el seguimiento normal
de la entidad. Eso sí, el jefe en este caso sí será un español, aunque
la rotación será una prioridad entre sus componentes. Sin duda, se busca
evitar que el roce se convierta en cariño.
Contradicciones en el modelo
Dicho todo esto, cualquiera podría pensar que el Banco de España queda
como mero ejecutor de las decisiones del MUS, pero no siempre es así.
Más allá de las opiniones que sus representantes puedan aportar en los
organismos de mando en los que, por supuesto, están representados, el
supervisor español mantiene el poder en varios ámbitos entre los que
destaca el de sancionar a las entidades. Incluso las que no controla
directamente.
Según fuentes del Banco de España, el
BCE solo podrá sancionar a las entidades cuando no cumplan con normas
del Derecho Europeo que no hayan sido trasladadas a la regulación
nacional. Está por ver como se implementa la resolución de los posibles
conflictos de interpretación que puedan surgir con este sistema.
El nuevo supervisor sí quiere chivatos
En su tarjeta de presentación, el MUS tiene un gran epígrafe, el de evitar nuevas crisis sistémicas entre los bancos europeos. El reto no es nada fácil cuando se trata de meter en vereda a los 6.000 bancos que componen el sistema financiero de la moneda única.
Para conseguirlo, el BCE ha desarrollado un complejo mecanismo de control, pero incluso ha intentado ir más allá de sus propios tentáculos y se ha propuesto "la creación de un mecanismo de notificación para animar y facilitar a las personas que tengan conocimiento de posibles infracciones de la legislación de la Unión" a notificarlas. "Estas denuncias constituyen una herramienta útil para sacar a la luz casos de comportamiento irregular", según fuentes del Banco de España.
De esta forma, el BCE se apunta a la estrategia del whistleblowing que tan buenos resultados está dando en otras latitudes y a la que España es tan reacia. Baste como ejemplo recordar los 30.000 millones que pagó el regulador de los mercados estadounidense, la SEC, por uno de estos chivatazos el pasado mes de septiembre.
De momento, se desconoce si el BCE utilizará esa compensación económica para "animar" a la denuncias de infracciones. Con toda probabilidad es un procedimiento que tendrá que esperar a que el engranaje de la maquinaria que hoy se estrena esté bien engrasado.
http://www.eldiario.es/economia/BCE-soberania-financiera-Union-Europea_0_320568622.html
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