dilluns, 21 de maig del 2012

LA ZONA FANTASMA. 20 de mayo de 2012. La dificultad de ser intachable

Posted by in La zona fantasma

 Ahora que Pep Guardiola ha abandonado el Barça tras cuatro temporadas de éxitos, títulos y juego incompara­bles, hay que reconocer el enorme problema al que se ha enfrentado, sobre todo en un país como este. En él hay algunas personas -siempre pocas- que intentan hacer su tra­bajo, triunfar -ambición bien lícita- y a la vez no resultar ofensi­vas para los demás. Pero esa es una tarea casi imposible. Cuando alguien destaca y no se pone prepotente ni chulo, ni se dedica a subrayar su propia excelencia; cuando trata de restar importancia a sus logros y no tomárselos muy en serio ni jalearse a sí mismo), y atribuir el mérito a la suerte y a otros -en el caso de Guardiola, a sus jugadores-; cuando no saca pecho sino que lo encoge, y procura ser respetuoso y elogioso con quienes no alcanzan tanto o son derrotados por él, y se muestra educado a ultranza, por lo general no se le permite comportarse de ese modo, como si la mera existencia de ese alguien prudente, modesto, cultivado y cortés fuera un ultraje. Tal vez lo sea, porque inmediatamente acentúa el contraste con la mayor parte del resto.
España, en su conjunto, y con excepciones, es un país con ten­dencia a la vileza, y por eso, con frecuencia, penaliza y castiga a quien no participa de ella. Recuerdo cómo muchos intelectuales que habían servido o apoyado a Franco du­rante su dictadura -varios al principio, cuando la represión era más feroz- se justi­ficaron diciendo que había que ganarse la vida, o que habían actuado así para evitar represalias contra un pariente cercano, o que -qué queríamos- habían jurado lealtad al Movimiento porque si no no habrían en­trado en la Universidad; y, sobre todo, aducían que todo el mundo había hecho lo mismo, que nadie había quedado sin pringarse en aquellos tiem­pos tan duros, sin importarles que esto último fuera una gran fal­sedad y que además permanecieran vivos algunos que no se ha­bían prestado a lo que ellos sí se prestaron: gente que malvivió por negarse a apoyar o a ensalzar a Franco, o que se fue al exilio, o que padeció larga cárcel o se sumergió en la clandestinidad. Por no hablar de los ejecutados por la misma razón. Se hizo como si estos individuos no hubieran existido y se lanzó la especie de que todo el mundo se manchó. Así se diluyen las culpas, que en cambio son imposibles de ocultar si hay ejemplos de inocencia y de intachabilidad.
Cuando hay alguien que, en el campo que sea (y por fortuna el del fútbol es leve y en absoluto trágico), se esfuerza por ser intachable, se le mete el dedo en el ojo reiteradamente a ver si reacciona de mala manera y se lo puede arrastrar a la vileza y al fango en que los españoles y españolizados se sienten tan cómo­dos. Por su afán de conducirse civilizadamente en medio de sus éxitos, a Guardiola se lo ridiculizó primero con la zafiedad también habitual aquí (“Mea colonia”, “Es un cursi y un empalago­so”, “Va de filósofo”, “Nos restriega que lee libros”, “Se hace el santo”, “Ya está bien de ir de modestito”, “Que lo elijan Presi­dente de la Generalitat”). Después se lo acusó de haber ganado lo que había ganado con trampas, favores arbitrales, de la Fede­ración, de la FIFA, de la UEFA y de Zapatero, cuando la superio­ridad de su equipo había sido tan palmaria e indiscutible que convertía en mediocres al Manchester United, el Arsenal o el Real Madrid. Tan evidente era su supremacía que los partidos del Barça empezaban a aburrir a los no culés pese al maravilloso juego desplegado: les faltaba dramatismo, incertidumbre, temor. Ahora, cuando ha decidido marcharse tras una temporada brillante en la que no ha conquistado la Liga ni la Copa de Euro­pa, han saltado voces mezquinas que lo han tildado de cobarde y de escurrir el bulto: “Cuando pintan bastos para su equipo”, han dicho, mientras ese equipo ha mantenido su fútbol admira­ble y ha machacado a la mayoría de sus rivales.
Es muy difícil ser intachable en España. Por lo general no sé consiente, como si eso fuera un pésimo ejemplo o un precedente peligrosísimo. Se intenta por todos los medios que quien as­pira a ello descienda a la arena y se líe a mamporros y navajazos, para que todos estén igualados. Se lo provoca, se lo insulta, se le hace burla, se lo difama, se arrojan sos­pechas sobre su labor. El iluso en cuestión­ aguanta estoicamente los chaparrones, los venenos, las cuchilladas y los golpes al hí­gado, sin reaccionar, sin ponerse a la altura de sus detractores. Está empeñado en ser intachable, y ya eso es otro pecado: “Pretende estar por encima, ¿qué se cree? Aquí hay que ensuciarse”. Eso es lo que normalmente se busca en España, que se ensucie todo el mundo, para que se note menos la suciedad ambiente. Las más de las veces el iluso se harta, como es natural, y sucumbe: antes o después se lo obliga a defenderse, porque si uno no repar­te algo de estopa, su educación y su contención se toman por debilidad y la tunda arrecia hasta dejarlo tendido en la lona o camino del hospital. Guardiola, al marcharse, ha felicitado a su mayor ri­val por su victoria y ha añadido una breve frase, más bien críptica (“Han pasado muchas cosas que han quedado tapadas por nuestro silencio”), que quienes lo malquieren se han apresurado a ver como un triunfo, como la claudicación de su caballerosidad. Ya son ganas. Tras cuatro años de méritos incomparables, Guardiola se va sin haberse puesto una sola medalla y sin haberse rebajado a participar en la reyerta nacional, que es lo que se le exige a todo dios. No me extrañaría que, él que puede elegir su destino, no volviera a entrenar nunca en este país.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 20 de mayo de 2012

La caída del falso imperio Aguirre. Pongamos que hablo de Madrid

En menos de un mes, Madrid se ha quedado hecho un solar. La loca pretensión de tener el cuarto banco de España al servicio de la ensoñación del imperio financiero del centro, ha catapultado la credibilidad de España al abismo. El amigo Holllande pide la intervención de la banca española. La quiebra técnica de Bankia ha disparado la desconfianza en las entidades financieras españolas. Nos van a auditar, a toda España, como si fuéramos una colonia de Europa.

Esperanza Aguirre, mitad maruja, mitad marquesa, está escondida. Le han pillado con la contabilidad trucada. Ahora resulta que ella es tan mentirosa, por lo menos, como Zapatero.
La herencia recibida por Esperanza Aguirre de ella misma es el doble de lo que había declarado. Me refiero al agujero. No es muy importante, dicen en el PP. Soraya suplica, créanme, ya no hay más déficit escondido. Fe de carbonero.
Y mientras, envían a Eurppa un nuevo reporte del déficit, ahora hinchado por las cuentas de comunidades autónomas del PP. “Paro, despilfarro y corrupción” –¿se acuerdan del estribillo?, con la trama Gürtell al tran tran, esperando que salga las cuentas totales de la ignominia.
No hay precedente de caída libre tan rápida como la del Gobierno de Rajoy. El presidente parece un contador de desgracias en peregrinación por el mundo para que alguien le de una palmada en el hombro.

La Royal Navy persigue a la Guardia Civil del mar por las costas de Gibraltar, pero nuestro gobierno ha sacado pecho dejando a nuestra reina castigada sin ir al cumpleaños Her Majesty The Queen Elisabeth. Bueno, ¡menuda tropa en el palacio de Windsor¡
Con la experiencia que acumula Federico Trillo de la invasión de Perejil, los británicos deben estar temblando con el nuevo embajador de España, ya instalado en Londres.
El mito de la eficacia de Esperanza Aguirre se refuerza con la capacidad para esconder la mitad de su déficit. Con el Ayuntamiento de Madrid endeudado hasta que nuestros nietos sean abuelos y las finanzas de la capital en estado catatónico, bien pudiéramos decir que hablamos de Madrid. De la gran mentira del éxito de gestión del PP y del derrumbe de la imagen de España en el mundo. Para habar ganado las elecciones el 20 de noviembre del 2011, nadie podrá decir que el PP está haciendo lentamente su trabajo.