Pep Guardiola como entrenador ya es historia. Le quedan dos telediarios. Dos partidos. Ante el Betis en el Benito Villamarín para cerrar la Liga y la final de Copa. Allí, en el Vicente Calderón, con la esperanza de celebrar su título 14 sobre 18, Guardiola enterrará cinco años de su vida, cinco años de profesión de entrenador. La prueba la ha superado con algo más que nota y ahora se prepara para asumir nuevos retos: la presidencia del Barça. El banquillo se le ha quedado pequeño. Ahora quiere el sillón presidencial y sabe que lo conseguirá sin problemas.
Lo anunciábamos hace pocos días en madrid-barcelona.com: Guardiola deja de ser entrenador para dedicarse a otras actividades. Todos los alicientes que podía depararle esta nueva profesión los ha experimentado y disfrutado con creces. En el mejor equipo del mundo, en el equipo de casa, con una plantilla excepcional, con el reconocimiento unánime de su "pequeño país" y del mundo entero. Pep lo ha ganado todo y se ha quedado sin alicientes profesionales como entrenador. Por otra parte, la perspectiva de tener que seguir peleándose con Mourinho no sólo no le motiva sino que le aburre por el bajo perfil del discurso del portugués, con el que no quiere perder un minuto más poniéndose a su nivel.
Son argumentos de peso, pero no son los únicos. Pep Guardiola no puede entrenar en Inglaterra, en Italia o en España porque le falta algo con lo que contaba y que ha perdido de forma inesperada para él. Le falta Tito Vilanova. Pep esperaba irse del Barça con él, de la misma forma que Manel Estiarte y algún otro miembro del staff técnico han decidido irse del Barça con quien les metió allí, pero Tito Vilanova ha preferido quedarse y asumir el reto de dirigir al primer equipo blaugrana como solista. La decisión de Tito ha decepcionado mucho a Pep y le ha obligado a cambiar sus planes, que pasaban por seguir entrenando en el extranjero a la espera de preparar para más adelante el asalto a la presidencia del Barça, de su club.
Pep conoce mejor que nadie el peso que Tito y su criterio táctico ha tenido en la racha de éxitos que ha acumulado el Barça en los últimos cuatro años y no se siente con fuerzas ni ánimo para iniciar una nueva singladura en el banquillo sin el amparo de su eficaz ayudante. Es evidente que Pep no puede exigir al Chelsea que contrate a Vilanova si quieren sentarle en el banquillo de Stamford Bridge. Guardiola se siente desamparado sin su lugarteniente a su lado y prefiere pasar página en su vida profesional. Es como si un novelista de éxito y grandes ideas se quedara sin el "negro" que escribe sus obras. Las ideas seguirían siendo brillantes, pero si no pueden plasmarse en un libro no servirían para nada. Por otra parte, Pep es consciente de que el futuro como técnico no le deparará nada mejor de lo que ya ha disfrutado hasta ahora. En el mejor de los casos Pep podría igualar lo conseguido, pero nunca mejorarlo, por lo que su prestigio como tentrenador sólo puede decrecer, nunca ampliarse.
Por otra parte, Pep es consciente de la unanimidad que su figura despierta entre el barcelonismo. Sabe que no le costará nada articular una candidatura con personas influyentes y solventes que avalen su aspiración de convertirse en presidente del FC Barcelona. Y a eso se va a dedicar en los próximos años. Se tomará uno, dos o tres años sabáticos como entrenador de forma oficial. Pero la realidad es que por su cabeza no pasa ya la posibilidad de volver a sentarse en un banquillo. Es una prueba superada que se le queda pequeña. Sus aspiraciones van más arriba y apuntan al palco.
Son argumentos de peso, pero no son los únicos. Pep Guardiola no puede entrenar en Inglaterra, en Italia o en España porque le falta algo con lo que contaba y que ha perdido de forma inesperada para él. Le falta Tito Vilanova. Pep esperaba irse del Barça con él, de la misma forma que Manel Estiarte y algún otro miembro del staff técnico han decidido irse del Barça con quien les metió allí, pero Tito Vilanova ha preferido quedarse y asumir el reto de dirigir al primer equipo blaugrana como solista. La decisión de Tito ha decepcionado mucho a Pep y le ha obligado a cambiar sus planes, que pasaban por seguir entrenando en el extranjero a la espera de preparar para más adelante el asalto a la presidencia del Barça, de su club.
Pep conoce mejor que nadie el peso que Tito y su criterio táctico ha tenido en la racha de éxitos que ha acumulado el Barça en los últimos cuatro años y no se siente con fuerzas ni ánimo para iniciar una nueva singladura en el banquillo sin el amparo de su eficaz ayudante. Es evidente que Pep no puede exigir al Chelsea que contrate a Vilanova si quieren sentarle en el banquillo de Stamford Bridge. Guardiola se siente desamparado sin su lugarteniente a su lado y prefiere pasar página en su vida profesional. Es como si un novelista de éxito y grandes ideas se quedara sin el "negro" que escribe sus obras. Las ideas seguirían siendo brillantes, pero si no pueden plasmarse en un libro no servirían para nada. Por otra parte, Pep es consciente de que el futuro como técnico no le deparará nada mejor de lo que ya ha disfrutado hasta ahora. En el mejor de los casos Pep podría igualar lo conseguido, pero nunca mejorarlo, por lo que su prestigio como tentrenador sólo puede decrecer, nunca ampliarse.
Por otra parte, Pep es consciente de la unanimidad que su figura despierta entre el barcelonismo. Sabe que no le costará nada articular una candidatura con personas influyentes y solventes que avalen su aspiración de convertirse en presidente del FC Barcelona. Y a eso se va a dedicar en los próximos años. Se tomará uno, dos o tres años sabáticos como entrenador de forma oficial. Pero la realidad es que por su cabeza no pasa ya la posibilidad de volver a sentarse en un banquillo. Es una prueba superada que se le queda pequeña. Sus aspiraciones van más arriba y apuntan al palco.
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