Si algo bueno tienen las crisis es que hacen aflorar agujeros negros, cajas B, fondos malversados, bancos malos, y timos interestelares. En una información publicada esta semana por el New York Times, los norteamericanos desnudan la desesperada situación financiera de ACS, la empresa que preside Florentino Pérez. Al prestidigitador de las finanzas empiezan a caerle las pelotitas de las manos. Ya no es capaz de moverlas con tanta rapidez como para engañar el ojo humano, y se le ha visto por fin el truco.
Por suerte, la información no la publica la 'caverna mediática de la botifarra', como dicen en Madrid. Según el rotativo neoyorquino, ACS es directamente responsable de buena parte de la deuda privada española, que es un problema todavía más grave -y ya es decir- que el de la deuda pública. Don Florentino, el ser superior que fichó al Special One, resulta que tiene un agujero en el bolsillo por el que ha perdido 9.849 millones de euros. Esta deuda, asómbrense, es dos veces el valor de ACS en el mercado. Esto, en mi casa, tiene un nombre.
Pero la cosa no acaba en un problema económico particular de Don Florentino. Resulta que la nacionalización de Bankia ha tenido un efecto colateral inesperado: los contribuyentes hemos tenido que asumir parte de la deuda que el Madrid contrajo con Caja Madrid para adquirir los derechos de Cristiano Ronaldo. Ya dijo el portugués que sería el último en reír: sabía que se llevaba nuestra pasta.
El gran mérito de un financiero es ganar mucho produciendo más bien poco y procurar que si las cosas salen mal lo acaben pagando otros. Cuando entró Rosell en el Barça y empezó a encender todas las luces de alarma por la situación económica del club, hubo muchos en Madrid que nos miraron con condescendencia: “Pobrecitos, qué mal gestionan”. Ahora vendrá el momento de pedir explicaciones a todos los que han colaborado en el tinglado madridista, empezando por José María Aznary el primer pelotazo de la Ciudad Deportiva.
Este verano voy a sacar entradas de primera fila para ver cómo el mago Floren extrae de la chistera más créditos para pagar a sus fichajes estelares. ¿O habrá, por imperativo económico, más incorporaciones de 'clase media', como los Altintop, Sahin, Varaney compañía? Si no le llega, siempre podrá fichar a un par de alevines y sentarse a verlos crecer.
La burbuja del fútbol tiene que empezar a deshincharse, y lo lógico es que lo haga por donde empezó el festival: por las oficinas de la calle Concha Espina. Los ciudadanos hemos empezado a ver que las omnipotentes y omnipresentes cajas de ahorros eran en realidad una falla valenciana. Pues ahora los aficionados al fútbol deseamos también que empiecen ya a caer los decorados, los cortinajes y las tramoyas para que aparezca el escenario entero. Y a ver quien se ríe más al final.
Indios 1, vikingos 0
Viendo estos días el modesto e irónico anuncio del Atlético de Madrid (“Papá, ¿es más importante la Europa League que la Champions?; “Depende, hijo, depende”) y la explosión de júbilo popular sin arrogancia ni chulería de los colchoneros, me he acordado de una camiseta que le vi una vez a un aficionado merengue. Decía: “No sólo soy perfecto, también soy madridista”. Por la boca muere el pez.
Por suerte, la información no la publica la 'caverna mediática de la botifarra', como dicen en Madrid. Según el rotativo neoyorquino, ACS es directamente responsable de buena parte de la deuda privada española, que es un problema todavía más grave -y ya es decir- que el de la deuda pública. Don Florentino, el ser superior que fichó al Special One, resulta que tiene un agujero en el bolsillo por el que ha perdido 9.849 millones de euros. Esta deuda, asómbrense, es dos veces el valor de ACS en el mercado. Esto, en mi casa, tiene un nombre.
Pero la cosa no acaba en un problema económico particular de Don Florentino. Resulta que la nacionalización de Bankia ha tenido un efecto colateral inesperado: los contribuyentes hemos tenido que asumir parte de la deuda que el Madrid contrajo con Caja Madrid para adquirir los derechos de Cristiano Ronaldo. Ya dijo el portugués que sería el último en reír: sabía que se llevaba nuestra pasta.
El gran mérito de un financiero es ganar mucho produciendo más bien poco y procurar que si las cosas salen mal lo acaben pagando otros. Cuando entró Rosell en el Barça y empezó a encender todas las luces de alarma por la situación económica del club, hubo muchos en Madrid que nos miraron con condescendencia: “Pobrecitos, qué mal gestionan”. Ahora vendrá el momento de pedir explicaciones a todos los que han colaborado en el tinglado madridista, empezando por José María Aznary el primer pelotazo de la Ciudad Deportiva.
Este verano voy a sacar entradas de primera fila para ver cómo el mago Floren extrae de la chistera más créditos para pagar a sus fichajes estelares. ¿O habrá, por imperativo económico, más incorporaciones de 'clase media', como los Altintop, Sahin, Varaney compañía? Si no le llega, siempre podrá fichar a un par de alevines y sentarse a verlos crecer.
La burbuja del fútbol tiene que empezar a deshincharse, y lo lógico es que lo haga por donde empezó el festival: por las oficinas de la calle Concha Espina. Los ciudadanos hemos empezado a ver que las omnipotentes y omnipresentes cajas de ahorros eran en realidad una falla valenciana. Pues ahora los aficionados al fútbol deseamos también que empiecen ya a caer los decorados, los cortinajes y las tramoyas para que aparezca el escenario entero. Y a ver quien se ríe más al final.
Indios 1, vikingos 0
Viendo estos días el modesto e irónico anuncio del Atlético de Madrid (“Papá, ¿es más importante la Europa League que la Champions?; “Depende, hijo, depende”) y la explosión de júbilo popular sin arrogancia ni chulería de los colchoneros, me he acordado de una camiseta que le vi una vez a un aficionado merengue. Decía: “No sólo soy perfecto, también soy madridista”. Por la boca muere el pez.